A veces mi alegría se convierte en desgracia...Por eso, al descubrir que había muerto hecha papilla, estampado sobre el duro y caliente asfalto de mi ciudad hizo que, la alegría que me dio ver que mi marido me la pegara con otro se convirtiera en una gran desgracia- le comenté a mi compañero, en una posición un tanto extraña, debido a que mi cuello y el resto de mi cuerpo estaban en una postura totalmente opuesta.
-¿Cómo fue su vida?- me preguntó el desconocido
-¿Mi vida?...pues no me fue mal del todo. Disfruté de una infancia sin carencias, ni económicas, ni sentimentales. Fuí al mejor colegio, al mejor instituto, a la mejor universidad. Me licencié en Derecho, el sueño de toda mi vida y, nada más terminar la carrera, encontré trabajo en el mejor buffete de la ciudad. Vivía en un ático, con las mejores vistas y disfrutaba de todos los lujos de los que podía rodearme. Pero todo el mundo se emperró en que me tenía que enamorar, que en mi vida sólo faltaba un hombre que me cuidara y me protegiera, alguien con quien dormir a mi lado todas las noches...Y claro, llegó un día en que yo también me lo creí. Y ahí empezó mi busqueda. Salí con todo tipo de tios que me recomendaron mi familia, mis amigos, mis vecinos...pero para todos tenía un "Pero". Así me tiré mucho tiempo, hasta que un día apareció "Él" por la puerta. Se llamaba Philip y me encantó desde el primer momento en que le vi. Era guapo, simpático, detallista, vestía bien. Lo tenía todo, salvo una cosa: no era del agrado de mis amigos, familia e incluso, vecinos. Me decían que no me convenía, pero no les hice ni caso, después de tanto tiempo dando la murga con el tema del amor, me parecía de coña que ahora se pusieran de ese modo. Así que, a los ocho meses de conocernos, me casé con él- Mi interlocutor seguia mirandome con curiosidad, escuchando atentamente cada palabra- Cuando me casé con el, descubri que no solo existía el problema de que no les gustara a nadie de mi entorno...y es que en la cama era un negado, cero, nada de nada...no se si me entiendes-
-Si, creo que si- añadió el sorprendido
-En el buffete empecé a oir rumores acerca de que si "perdía aceite", que si caminaba por la acera contraria a pesar de haberse casado conmigo...La verdad, es que yo no les hacía ni caso, pero en fin, llegó un momento en el que empecé a plantearme seriamente si sería verdad. A todo esto se unió la llegada de un nuevo socio, que reconoció ser gay abiertamente y con el cual, mi marido, empezó a llevarse demasiado bien..Harta de todo, decidí investigar por mi cuenta...y ahí llegamos al momento en el que los descubrí en sus "tareas" y lo siguiente que recuerdo es esta sala de espera, con este numero en mi mano. ¿tu sabes como he podido llegar hasta aqui?- miré con cara extrañada a mi acompañante.
-He oido decir por alli que, al salir del despacho (aqui los marujeos corren que se las pelan), del ataque de risa que llevabas, se te saltaron las lágrimas y no pudiste ver que la señora de la limpieza acababa de echar cera al suelo...con la mala pata de que además, el despacho donde se encontraban daba al ventanal principal de tu buffete, en el 17º piso. Te escurriste y...el resto te lo puedes imaginar, ¿no?- le volví a mirar mientras decía eso. Aunque me iba acostumbrando a verle con un ojo fuera de la cuenta y ese palo de billar incrustado en la yugular, no conseguía soportar el gorgoteo que hacía la sangre de su cuello mientras hablaba.
-Y a usted...¿qué le pasó?- pregunté por decir algo
-Pues ya ve...una mala jugada- me sonrió, y su fétido aliento a cerveza y hamburguesa rancia me revolvio el estómago.
Observé de nuevo mi papel: 79735
-¿Por qué numero me dijeron que iban, señor...?
-Smith, si es tan amable.
-De acuerdo, señor Smith.
-A mi la vista me falla un poco, pero si mira, al lado de la puerta del fondo hay un contador...creo que pone...¿329?
-Si, eso pone...por cierto, mi nombre es Samantha, Samantha Jones. Ya que vamos a pasar un largo rato juntos, por lo menos, conozca mi nombre.
Y asi, nos estrechamos la mano y me acomodé, dispuesta a escuchar a mi curioso compañero, mientras los números seguían subiendo al lado de la puerta, con un cartel que anunciaba mi próximo destino:
PURGATORIO
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