lunes, 26 de febrero de 2007

El silencio de la noche fue su aliado

El silencio de la noche fue su aliado.



Y allí, en la oscuridad de aquel aparcamiento, se armó de valor, cogió la cara de ella entre sus manos, aquella cara dulce y suave que tantas veces había soñado acariciar, y la besó.



Al sentir el contacto de sus labios, miles de mariposas empezaron a revolotear por su estómago. Empezó a temblarle todo el cuerpo. ¡Dios, cuánto había echado de menos aquella sensación! Y sin embargo, cuanto le dolía….



Le dolía porque sabía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, sabía que aquello iba a traer consecuencias desastrosas y, aún así, no hizo nada para evitar que aquello sucediera.



Había mantenido una lucha titánica consigo mismo durante todo el día, evitando la tentación de cogerla entre sus brazos, raptarla y escapar lejos, muy lejos.



Y lo había conseguido, había sido capaz de contenerse durante todo el día pero, en ese breve instante de la despedida, mientras miraba rodar una lágrima por la mejilla de ella, sus murallas se derrumbaron y decidió mandarlo todo al carajo. Quería besarla, sabía que ella también quería: lo que pasara después ya no le importaba.



El sabor de sus labios le hizo perder la poca cordura que le quedaba: eran tiernos y suaves, muy suaves, y tenían un sabor que le resultaba muy familiar: ¿caramelo? ¿chicle? ¿regaliz?...si, definitivamente era regaliz. A partir de ese momento, siempre que se comiera un regaliz, se acordaría de aquel día mágico, de aquellas horas que había compartido con ella, de aquel dulce beso de despedida…



Porque a fin de cuentas se trataba de eso, de un beso de despedida. Al día siguiente ella partiría lejos, a muchos kilómetros de distancia y sabía que nunca más volvería a tenerla así, como en ese instante.



Saboreó el momento, disfrutó de su calor, hasta que el ruido de un coche que pasaba a su lado le hizo volver a la realidad y entonces ella, con un simple “Jo” como despedida, se alejó sin ni siquiera mirar hacia atrás.



Y así se quedó él, mirando como ella se alejaba, notando como el frío invernal de la calle empezaba a hacerle tiritar y sabiendo que ese instante, ese dulce momento, siempre le pertenecería, que nada ni nadie podría arrebatarselo…que por un breve espacio en el tiempo, ella había sido suya, sólo suya.











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15 comentarios:

Anónimo dijo...

si dejas escapar el momento no podrás recuperarlo, y aunque sea por una despedida, sabrás que hubo algo en ese preciso instante, cuando no se apartó, que os unió para siempre.

1 besito neni.

Anónimo dijo...

Bueno guapa, que hasta me he puesto triste recordando las muchas despedidas que tiene siempre mi vida, pero como dice Jara, siempre quedará ese momento.

Cuentas con mi aplauso, un beso desde as terras meigas

Anónimo dijo...

Puede que dejara una parte de él en aquél aparcamiento. Puede que el tacto de su piel le persiga siempre, y que aunque le costara armarse de valor, sepa en el fondo de su corazón que lo repetiría, una y mil veces.

Y que a veces se despierte pensando por qué no la raptó...

Tea Girl dijo...

Me gusta la idea de que ese instante les pertenecerá siempre. Un pequeño tesoro en algún rincón del corazón humano estará ahí, para siempre.


Buen relato, ratoncita :)

Anónimo dijo...

Sigo pensando que hay historias que son errores, bonitas, pero errores de los que por lo menos... Se puede aprender y guardar, como un tesoro que no se puede compartir con nadie más que con él...

Que le dijeran "cuidado" no sirvió de nada eh? jejej Ains... esta juventud...

Besitos de regaliz ;)

Anónimo dijo...

Jo, que bonito. Me ha encantado lo del "jo", jejeje, es que yo lo digo mucho y me ha sonado muy familiar.
Ayssss las despedidas, a veces tendríamos que haber tenido el valor de hacer lo que deseabamos en ese momento, como tu prota, y otras... otras tener el valor no sirvió para nada.
Me ha encantado chiquilla!

Mil besitossssss

tormenta dijo...

muy bonito, creo que nos has puesto meláncolicos a todos... Yo por lo menos, he suspirado sonoramente al terminar... ainss, hoy no quiero pensar más en despedidas.
Un besito Ratoncita

Pedro dijo...

Muy bonito el gesto pero un final un poco triste. Al menos hizo lo que pudo.

(¡ah! Besos de regaliz , te copiare , prometido)

Anónimo dijo...

Diosss.... Tú historia me ha llegado al corazón... La he sentido tan cerca... Ojalá si algún día me pasase algo así, tuviese el valor que tuvo tu protagonista para hacer lo que hizo, y luego guardar ese momento como el mayor de los tesoros....
Ahora todo mi cuerpo siente toda esa pasión y dulzura que me ha transmitido tu historia... Gracias por hacerme sentir esto...
Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.
Jan.

Anónimo dijo...

Si ha sido suya durante ese breve instante, sin duda será suya para siempre...

Anónimo dijo...

Preciosa historia. Me ha gustado muchísimo. Tomaré nota porque creo que me espera un momento como ese en un futuro.
Felicidades.

Besitos.

Anónimo dijo...

Como si la energía pudiera palparse llega a sentirse tras leer esta historia llena de ella. Una historia que atrapa ese momento, más allá de cualquier ley ya rebasada, deteniendo el tiempo el instante justo para que tenga lugar. Imborrable momento que bellamente describes transformando la historia en un recuerdo inolvidable. Genial.
Un abrazo!

Popi dijo...

Preciosa recreación de un primer beso. Por un momento me recordaste el primer beso que le di ami antiga pareja. Hasta que apareció el regaliz. :P
Por suerte, aquella historia continuó pero, al separarnos aquella noche, unas dudas premonitarias se apoderaron de mí. Por suerte no les hice caso, y viví feliz mientras duró. Después de este minirelato autobiográfico que te he soltado ( ha sido culpa tuya, por llevarme a recuerdos imborrables) decirte que me gusta la historia y cómo la escribes y la describes.
Un saludo, Ratoncita.

Anónimo dijo...

Pues sabes que? yo también habria hecho lo mismo, prefiero quedarme con ese recuerdo y con ese sabor en los labios ;) Jo me acabas de sacar dos lagrimones jeje.

Anónimo dijo...

Lo siento mucho...